Gabriella Nagy, una mujer canadiense de 35 años, estaba teniendo un rollete extramatrimonial. Y claro, las facturas del teléfono podían dar al traste con su plan, así que pidio a su compañía telefónica que enviara las facturas a su nombre en lugar de al de su marido. La compañía no le hizo caso, el marido vio las llamadas y descubrió el pastel.
Conclusión, un matrimonio roto y una mujer que reclama más de medio millón de euros a la compañía por haber arruinado su matrimonio.